jueves, 20 de septiembre de 2007

Soñar gestando


A mi madre, a mis hijos

“Ese diminuto ser que llevas dentro cambiará toda tu vida a partir de ahora”.

Intensas vivencias relativas al embarazo son ilustradas a través del análisis de los sueños de pacientes embarazadas que se hallan en procesos terapéuticos. Para el o la terapeuta, analizar los sueños de una paciente gestante se constituye en la oportunidad de transitar por otra vía regia al inconsciente, no sólo de la paciente misma, sino incluso de ese ser humano en gestación y, por supuesto permite un acceso, vía la elaboración de la contratransferencia, a lo inconsciente del o la terapeuta, quien deviene en testigo de excepción de una condensación altamente vital y creativa.,

Gracias a este soñado evento, a modo de matriz, y elaborando limitaciones de índole temporal, encuentro ¡por fin! espacio para compartir algunas reflexiones respecto a una situación que me ha sorprendido e inquietado al vivirla como paciente y como terapeuta. Me refiero a la circunstancia en la cual la paciente se embaraza en el transcurso de un proceso terapéutico y aquella otra en la cual la terapeuta atiende estando embarazada. Esta última condición, puede formar parte de lo que M. C. Ramos (1999) llamó “avatares del analista”. En ese artículo, la autora abordó situaciones apremiantes por las que atraviesa el o la terapeuta y que pueden comprometer su capacidad de pensar y funcionar analíticamente, como por ejemplo, un problema de salud o una enfermedad de consideración. Estando yo misma enyesada, tomé contacto con dicho artículo que contribuyó a sostenerme, no sólo con las muletas, sino intentando conservar esa capacidad de pensar cómo al otro le afecta lo que percibe de su terapeuta y qué podía hacer/pensar yo misma con ello, yendo más allá de una incapacidad física. En estas condiciones, estar enyesada o estar embarazada, aspectos concretos de la terapeuta, se muestran y ostentan más allá de la tradicional reserva en la línea de la neutralidad.

Ha pasado mucho tiempo desde que Freud planteó que el psicoanálisis estaba indicado o restringido para las “neurosis transferenciales”. Diversas condiciones clínicas y existenciales acceden y reclaman ahora escucha e intervención psicoanalítica. El embarazo de la paciente, e incluso el de la terapeuta, no constituye una contraindicación para el encuentro analítico. Más aún, puede resultar una oportunidad extremadamente propicia para el sostenimiento, la elaboración y el alumbramiento; pero no siempre el o la paciente toleran la situación y no siempre la terapeuta puede continuar atendiendo. (Los sueños pueden facilitarlo, en tanto constituyen un acceso útil al conflicto inconsciente, las defensas, fantasías, transferencias.)

En el caso de la terapeuta embarazada con su paciente, el desafío a mantener un sostenimiento y una función analítica se constituye en un gesto reparativo de gran trascendencia: situación privilegiada para analizar aspectos pre-edípicos y edípicos, por doquier. Gesto reparativo desde que son situaciones en las que, en el sentido más concreto, la pareja analítica recibe temporalmente a un tercero (inquilino, intruso o incluso parásito, producto, cuerpo u objeto extraño, como se quiera llamar), por quien, además, el proceso se verá interrumpido en algún momento por algún tiempo, a causa de la separación de ese tercero, para luego volver a ser dos, pero … nada volverá a ser igual. La realidad ha irrumpido e interrumpido quebrando y propiciando, por ejemplo, fantasías narcisísticas de ser único o de estar inmerso indefinidamente en una relación especular (Kohut, 1989).

La riqueza de la relación terapéutica descrita en el concepto de “campo”, acuñado por los Baranger, se acerca a dar cuenta de la amplitud e intensidad de la vivencia para ambos componentes de la pareja terapéutica. Ni qué decir, entonces, cuando uno de los miembros de esta pareja está gestando. En esta ocasión, vamos a centrarnos en la paciente embarazada. ¿Podríamos decir que el proceso de embarazo se constituye a su vez en una vía regia al inconsciente? ¿De quién, de la paciente, del o la terapeuta, o ambos?

En estas situaciones, ¿qué gesta el o la terapeuta, testigo de excepción del proceso? ¿Cómo afecta al bebé en formación la experiencia terapéutica de su madre con él dentro? ¿Es ésta una tempranísima intervención a la manera de una psicohigiene, como diría R. Soifer (1977), en tanto favorece una mejor relación entre ambos?

El hecho de que la vida intrauterina pueda ser cada vez más explorada no nos priva felizmente de un sinnúmero de cuestionamientos. Actualmente no sólo se ven imágenes a todo color del bebé en gestación, sino también fluidos en sangre, lo que permite evaluar cuánta sangre bombea el corazón, por ejemplo, a través de un Doppler; o también evaluar edades gestacionales precisas a través de la antropometría de los primeros trimestres del proceso.

¿Qué papel le corresponde a los sueños en estas circunstancias del proceso? Los sueños integran los aspectos regresivos, reactivados por el embarazo y por la transferencia, junto con los aspectos elaborativos, a partir de una noción del sueño como vía regia al inconsciente y como creación o producto analítico. La paciente sueña, gesta el sueño podríamos decir, y al narrarlo en sesión explicita la participación de la terapeuta y del proceso como matriz de ese sueño, puesto que no es lo mismo soñar en análisis que fuera de él. Como decía H. Bleichmar (1997), “se come para mamá” (p. 196), ¿se sueña para el analista? Nos preguntamos, entonces. El sueño como producto, “regalo” transferencial y elaborativo, atenúa la exclusión que sufre el tercero (el o la terapeuta) en esta nueva situación de la pareja analítica, que refleja asimismo la exclusión del esposo-padre. A través del sueño, además, pueden “drenarse” ansiedades (por ejemplo, persecutorias en el primer trimestre o depresivas en el último) y ambivalencias respecto a las diferentes fases del embarazo.

R. Soifer se refiere a una percepción inconsciente del proceso con reactivación de fantasías persecutorias. (p 28) Por ejemplo, respecto a la percepción de “la nidación como un acto agresivo por parte del huevo fecundado hacia la mucosa uterina” (Soifer, p. 26), el siguiente sueño muestra defensas primitivas de negación e idealización y a la vez una temprana percepción inconsciente de la situación, puesto que la paciente aún “no sabía” que estaba embarazada. Se trata de una joven de 25 años, casada, en su segundo año de proceso terapéutico, con una frecuencia de tres sesiones por semana, derivada por el esposo, quien atraviesa por una larga experiencia analítica. La paciente consulta por dificultades en la relación con sus padres y proviene de una familia disfuncional cuyos miembros, a excepción de ella, presentan un historial de adicción.

La paciente dice:

“Soñé que estaba encinta. Era maravilloso. No ¡qué nervios!, sino ¡qué lindo!. Al comienzo no lo decía. Después me felicitaban.”
Siento que voy a caer próximamente encinta. ¡Era un sueño tan lindo!
Tres días después, ella misma sueña que:
“Buscaba ropa en una tienda, vestidos anchos para embarazada”
Nueve días después, es decir, doce días después del primer sueño, la paciente anuncia que estaba encinta. El día anterior se hizo análisis de sangre. Se siente muy sorprendida y desconcertada.

Otra paciente T al parecer intuye y sueña daño fetal de una de sus dos bebés:

“Yo estaba embarazada de A y S (gemelas) y esto es antes de que supiera que A no vivía. Sentía pataditas, aunque eran sólo de S. Mi mamá vino de viaje y por eso sé que era fines de noviembre.”
“Vi en mi sueño un laberinto, como esos de ratones de laboratorio, pero con paredes altas. Vi a una mujer ya adulta, como de 20 a 25 años, alta, era mi hija, rubia más clara, pelo corto, ondulada, en posición fetal, sentada en el piso, con miedo, llorando y meciéndose. Creo que no estaba bien de sus facultades mentales, algún atraso tenía, lloraba y lloraba. Era raro porque un adulto se pararía y buscaría la salida, aunque era un laberinto muy grande.”
Al despertarme estaba confundida. Sabía que era mi hija. No sabía por qué estaba sola. Era como una premonición. Le dije a mi mamá “qué feo que le pase algo malo a alguien” Esto fue antes de saber que A estaba muerta. Creo que ya había pasado pero no lo sabía. A estuvo como un mes muerta dentro de mí, de seguro más de 3 semanas. Creo que ya había pasado pero no lo sabía. Me incomoda pensar que sabía más de lo que sabía. Sin saber fui al doctor y pidió una ecografía y se vio que solo vivía una. Fue muy feo, … era el sexto mes, ya a principios de enero.”

En los sueños, se expresa también ansiedad y ambivalencia asociada a la incapacidad de controlar los cambios físicos y emocionales del embarazo, lo cual es común en la mujer embarazada. Se trata de temáticas ligadas al cuerpo que se transforma, recordemos que el Yo es ante todo un yo corporal, y, por ende, urge elaboración. El sueño de arreglar la casa y sentirse ella misma fea, demandando arreglo en la transferencia, ilustra esta situación en el segundo mes de embarazo de la primera paciente mencionada.

Dice así:

“Entrábamos a una casa nueva, vacía que la estaban trabajando, enorme, frente a mi colegio. No me gustaba la zona, pero era enorme con un jardín adelante con piscina. Pero yo antes le decía a J “qué pena que no tiene piscina”, pero yo no estaba segura. Yo le indicaba al carpintero y arreglaban al toque. De la puerta principal se veía al fondo: hall, dos salas, jardín grande, amplio. Le decía acá podemos hacer el bautizo, en el jardín. … Yo medio desencajada. Veía fotos y me veía en mis épocas más fea, en el cole, gorda, fea. Me angustiaba y alucinaba en el sueño. Me pelaba fuerte con E (amiga) como dos niñas. Me desperté con angustia.”

La nueva casa alude no solamente a la matriz alojando al nuevo ser, sino las modificaciones físicas en su cuerpo que crece, que pueden hacerla sentir gorda y fea. En su mente requiere suplir carencias (la piscina, la zona desagradable) y conflictos (arreglos) de parte de una terapeuta-carpintero.

Aparecen también temáticas ligadas al self y la identidad a partir de ansiedades ligadas a la confusión entre tener un bebé y ser un bebé así como temáticas sexuales, en tanto el embarazo evidencia la actividad sexual, como se mostrará más adelante. Es interesante cómo desde el latín, el término hospes, se traduce en el diccionario como “huésped, ya el que hospeda, ya el hospedado; viajero, extranjero, forastero”. (De aquí deriva hospitalario, hospedaje, hospicio.)
Dice S. Luria (1994) en su artículo “La utilidad de los sueños durante el embarazo”:

“… los sueños que tiene una paciente de análisis durante el embarazo ofrecen una perspectiva de gran valor para comprender y facilitar el dominio de los desafíos del desarrollo del embarazo, de los conflictos relacionados no resueltos y de problemas de desarrollo anteriores. Y la conciencia incrementada de lo que está ocurriendo durante dicho período dan un significado, impacto y riqueza adicionales a los sueños que se tienen durante el embarazo e incluso, aún más, a los sueños que se tienen durante el embarazo mientras se está en el proceso analítico, con sus elementos regresivos y de búsqueda interna. (Kestenberg, 1976) Por lo general, esto resulta en un aumento en la cantidad y calidad de los sueños que ofrecen un potencial importante para crecer y volver a trabajar temas profundos y dificultades no resueltas.) Asimismo, durante el embarazo, las pacientes se sienten, por lo general, altamente motivadas a resolver los problemas antes de que el bebé nazca…. Greenberg et al. ponen énfasis en el aspecto adaptativo del sueño y ubican al sueño en una posición central en la participación en nuestros esfuerzos constantes por dar sentido al mundo y al impacto que tienen los sucesos en nosotros.”

Si los sueños se registran por escrito en el setting, puede transmitirse más claramente la función analítica y terapéutica, favoreciéndose el desarrollo de la alianza terapéutica, más aún en tanto se muestra también una expectativa de cuán bienvenidos y útiles son los sueños, verdaderos artífices del trabajo interpretativo en un vínculo de genuino sostenimiento. No se descarta, sin embargo, que para algunas pacientes o en algunos momentos, la trascripción de los sueños pueda ocasionar resistencias, como cuando la paciente comenta: “De niña yo escribía mucho, tú también. Ya no escribas. A mí me salió un callo”, con evidente alusión al callar.

Muchos temas pueden soñarse, desde que todo puede soñarse. Las ansiedades y ambivalencias naturales propias de los intensos cambios originados por la embarazosa situación, de la cual no hay tregua ni desembarco, salvo por la interrupción irreversible del proceso gestacional, encuentran en la vía onírica una alternativa de expresión y eventualmente de elaboración, para disminuir así los riesgos de actuación.

La paciente trae el siguiente sueño:

“Soñé que me salía un montón de sangre. Yo estaba así (gesto de piernas abiertas) ante el espejo de mi madre, mirando mi pichi o tocándome, y en eso me salía un chorro de sangre. Mi papá se preocupaba y limpiaba las alfombras. Mi mamá dormía. Yo llamaba al doctor y no me contestaba la secretaria a pesar de era una emergencia. Después el doctor decía que era normal. Yo colgaba el teléfono y pensaba en llamarte.”

El contenido de pérdida y desprotección referido a la historia personal y a los vínculos tempranos, la llevan a una búsqueda transferencial que impida la pérdida del bebé y que contenga a ambos.

Por eso decíamos “drenaje”, es decir, facilitar una vía de expresión, contención y análisis de ansiedades de pérdida y actitudes abortivas, a partir de tempranas identificaciones con una figura materna sumamente precaria. Carencias y conflictos son así reactivados y los sueños se reafirman como vía regia al y del inconsciente en aras de una menor actuación y somatización. En este sentido, sueños ¡adelante! y bienvenidos sean pues protegen a la paciente, a su bebé y al proceso, tanto el gestacional como el terapéutico.

Fantasías sobre la pubertad y su adolescencia se reactivan en embarazadas, a partir de la semejanza de los cambios fisiológicos en uno y otro momento vital.

La paciente confunde diversos fluidos que excreta, expulsa o proyecta. Si bien en lo manifiesto se refieren a pérdida, la ansiedad y la defensa parecieran corresponder más bien a una posición persecutoria. Dice la paciente:

“Soñé que había ido al baño y al limpiarme después de la pila, salía como una cápsula en forma de útero con un bebito y una placenta. ¡Perdí al bebé, lo veía!”
Me levanté, fui al baño, hice pila, tenía gases. El doctor me había dado una dieta líquida porque tuve diarrea. Me asusté por perder al bebé. Todavía no estoy segura del bebé. Tengo 3 m y 3 s. En la noche tengo miedo y no puedo dormir. Tengo miedo de no seguir la dieta y seguir con diarrea. Después tuve sueños morbosos. J y yo estamos cariñosos pero sin sexo, porque eso sería un ataque para el bebé.
En otro sueño, yo estaba con el chico con el que fue al baile de promoción mi hermana. Segunda vez que sueño que me acuesto con él. Me lo encontraba no sé dónde y teníamos relaciones.”

Psíquicamente, hay confusión entre el bebé (encapsulado) y el cilindro fecal, entre la diarrea y la expulsión del bebé y ella misma anota cómo aún el bebé no está emocionalmente anidado. Ante estas ansiedades, su defensa la lleva a fantasías eróticas con otros sujetos, mostrando algún nivel de identificación parcial con aspectos promiscuos de la madre.

Analizar sueños durante el embarazo se presta (obviamente) para elaborar aspectos de la conflictiva personal en el orden de lo pre-edípico y lo edípico, en la riqueza del vínculo terapéutico. En este sentido, la paciente expresa sus ansiedades o resistencias a la penetración tanto genital como interpretativa, puesto que confunde y teme, identificada con el bebé, verse invadida y agredida por una escena primaria intrusita y perversa.

La paciente trae el siguiente sueño que ella califica de “Muy pasional, no?:

“Estaba mi amiga encinta. En un desfile yo desfilaba con un vestido morado y verde y un abrigo de mink, en el jardín de mi abuelita. Había un tipo súper churro. Yo me veía en la película muy mal, asquerosa, mi nariz enorme, pelo asqueroso, conversaba con el pata mirándonos a los ojos. Le decía al pata “Bésame” pero él decía “Ahí está mi esposa”.
Después había un incendio y salíamos al agua de la piscina para salvarnos y para apagar un incendio. Había un caos, mi hermana, mi papá. Ya no recuerdo más.
Mi abuela es como mi mamá: un O a la izquierda. De las dos no hago una.”

Es como si la paciente se sintiera abrumada por una historia de figuras maternales fallidas, insuficientes para enfrentar muchas responsabilidades. Se plantea una transferencia de salvataje y que O, Olinda, no sea un cero (0) a la izquierda. Transmite una sensación caótica, dispersa, sintónica con su realidad de venir de una familia disfuncional, en la que las adicciones e incluso la promiscuidad han estado significativamente presentes, desde la infancia de N. En la transferencia, N busca incluso un criterio de realidad en su pregunta inicial. Éste no es el único sueño en el que aparecen escenarios caóticos y una conducta que ella misma desaprueba. Muestra los miedos de la paciente ante el legado familiar de adicción.

En la contratransferencia, la terapeuta se percata de que el 0 coincidía con la inicial de su propio nombre. Esta confusión, que reedita aspectos de la paciente y sus objetos, es implementada en una elaboración transferencial.

La paciente muestra su miedo de replicar el estilo de vida, adictivo y promiscuo, de su entorno familiar. Así, el siguiente sueño ilustra nítidamente esta angustia en base a su historia temprana:

“Soñaba que iba al ginecólogo, parecía el consultorio del ginecólogo antiguo. Era un cuarto grande con camilla al medio. Era un doctor alto, con el pelo con rulitos. Era como si ya había dado a luz, mi calzón estaba sangrado. El Dr. no parecía Dr., era un coqueto. Se iba y regresaba y detrás venía mi mamá y mis abuelos. Me decían que me deje revisar y les decía que ya, que me revisé.
Afuera había cola, parecía la embajada. El Dr me quería dormir para tirarme con éter. Yo le decía no, no, no, la próxima vez. Yo pensaba qué sentido tenía tirarme dormida y pensaba si me dolía con la herida.
Cuando me ponía mi sostén, entró otra vez y quiso tener relaciones sexuales y las tuve. No me dolía, al contrario, normal.” Al despertarme vi a J viendo porno.
Tengo angustia de tener relaciones sexuales encinta. Ahora las tuve y no disfruté. Vi la película del bebé que habla y se afectaba durante el embarazo.
Tenemos miedo de ser papás, nosotros tan dos, tan pegados. El (el esposo) está cagado, porque me hace pataletas. Aguantaré al bebito.

Se aprecia la identificación proyectiva, la erotización perversa del vínculo (con el doctor), propuesto o facilitado por la estructura familiar. Su sentido crítico cuestiona la pertinencia del anestésico en función del coito con el ginecólogo, mas no la relación sexual misma con éste. Cabe reflexionar a qué herida se refiere la paciente, pues hay también otra herida y otro dolor narcisísticos, a partir de repetir la pauta familiar compulsiva de promiscuidad y adicción, a pesar de sus intentos y logros conscientes de diferenciarse.

El parto es un desprendimiento, un desgarro, es nuestro primer gran viaje, nuestra primera gran separación, imprescindible para continuar o empezar, si se quiere, viviendo. Resuelve la fusión inicial de identidades, tanto a nivel físico como psicológico. El estrecho canal de parto nos lleva a la luz y al exterior, nos saca de las tinieblas, por el lapso que dura nuestra vida … Curiosamente, la muerte es representada también por otro gran viaje, una visión de túnel y una luz al fondo.

La paciente se va preparando para esta experiencia desde el “Ayer me soñaba en posición de dar a luz” hacia otros sueños de mayor intensidad, como lo veremos más adelante.

El parto representa una pérdida y un alivio, como toda terminación, incluso la del proceso terapéutico y la de la propia vida. Su proximidad nos acerca a la noción de “término” respecto a diversos aspectos del análisis y de la vida, junto con una sensación de “urgencia”.

La paciente anuncia con entusiasmo que trae un “Sueño de antología”:

“Soñaba que me iba, que llegaba a la casa de mi mamá. Tocaba el timbre, me abrían y el edificio estaba en ruinas, como si hubiera caído una bomba. Subía a pie, todo negro, con las justas se subía.
Era un hospital, con perros, todo asqueroso. Mi hermana estaba dando a luz. No sé qué era el bebé. Yo paseaba. Yo también iba a dar a luz ahí. Parecían oficinas. Eran los pasadizos, las camas. Veía a C (amiga) que iba a dar a luz y me decía “Tú vas a dar a luz bien fácil porque te drogas” (La paciente en realidad no lo hace, sino sus padres y esposo) Yo me molestaba.
Llegaba a emergencia una camilla que sonaba y soltaba sangre. Mi hermana veía y decía que el bebé estaba muerto. Me señalaban dos bebés: uno normal y el otro como embrión y así era o iba a ser mi bebé. Después yo daba a luz y lo primero que hacía era ver si era hombre o mujer. Lo tocaba y era hombre, tenía pipí.
Fuimos a otro sitio con los bebés. Mi bebé ya era mujer y era linda, dormía mucho y era enorme.
Después es época de colegio y estoy con un ex enamorado. También están mis amigas. Nos bañábamos con manguerazas de bomberos (ríe). Toda el agua se iba como una ola a la pared y le bajaba el pantalón al pata y le coqueteaba.”

El proceso de separación-individuación de ambos miembros de la díada madre-infante abre paso a nuevas ansiedades a elaborar. Aspectos confusionales y violentos se presentan desde el inicio del sueño tanto en las acciones, personajes, escenarios como respecto al self de la paciente y la condición del bebé (normal o embrión, vivo o muerto, hombre o mujer, fálico o castrado). La movilización de estas escenas genera nuevamente desenlaces eróticos trasgresivos.

Es frecuente algún sueño en el que el o la terapeuta fungen de parteros, permitiendo y facilitando un alumbramiento que, en diversos planos, se acerca a la expresión: “Parirás con dolor”, como dice la Biblia. (Soihet, 1977)

La paciente comenta y narra el siguiente sueño:

“Mi amiga se adelantó y tuvo su bebé y me contó del parto. Le dolió pero … cómo será, cómo saldrá el bebé, … cada vez está más grande. Cómo será el parto, ya quiero dar a luz, qué nervios y qué emoción. Cómo puede haber un bebé adentro.
“Soñé que yo daba a luz, pero no era yo, sino mi padre daba a luz y nacía yo. Era yo que nacía, igualita a mí, toda pecosa. Estaba J (esposo) el doctor y tú. Veía igualito la posición de parto y que salía y yo veía como si fuera el bebé cómo se salía, como la película del bebito que habla. Después yo me veía de 3, 4 añitos, igualita a mí, era mi hijita y yo estaba ahí. Tenía una hija mujer.” Mi falta de madre, ni para darme a luz está y también mi falta de padre.

No sólo las ansiedades sino también las fantasías y expectativas son representadas en este sueño. La paciente se pregunta, verdaderamente sorprendida, “cómo puede haber un bebé adentro”. La confusión entre el self de la madre y del bebé, en el sentido de hospes es evidente también a nivel de la madre y el padre. Éste es nuevamente colocado en el lugar de la madre en posición de parto, castración mediante, en su intento de rescatarlos y proveerse de ambos. Al verse fusionada con la hija, ya de 3, 4 añitos, entonces se infiere la supervivencia de ambas al parto, aunque sin haber pasado por el proceso de separación-individuación lo suficiente. Finalmente, remarcar la falta de los padres denuncia y encubre las suyas propias. Ante este panorama, el esposo, el médico y la terapeuta transferencialmente han de asistirla en el parto.

El término del proceso y la proximidad del parto originan ansiedades concernientes a si se podrá cuidar al bebé. Los tres -paciente, terapeuta y el mismo bebé- se enfrentan a esta tarea: separarse para sobrevivir. La preocupación maternal primaria descrita por Winnicott se transmite en cadena, la terapeuta respecto a su paciente, joven y futura madre, y ésta respecto a su bebé. Necesitaríamos el registro de los sueños contratransferenciales de la terapeuta-partera-abuela-comadre quien puede requerir naturalmente de su propio espacio terapéutico y su supervisión.

La paciente faltó el viernes, por resfrío. Se hizo su ecografía y ya sabe que es mujer. No quiere salir de la casa ni del cuarto.

Se le señala que ahora siente angustia de separarse del bebé, así como de su terapeuta. Oscilar entre el continuo claustro-agorafóbico requiere ser tolerancia y elaboración. Su temor al parto la lleva a implementar defensas retentivas prefiriendo que su bebé permanezca protegida en su interior.

En esos días, la paciente está muy angustiada. El doctor la tranquiliza. Le dice que todo es natural y no hay que culparse. Narra el siguiente sueño:

“Iba a un matrimonio. Estaba encinta y contenta. Estábamos mi suegra, J (esposo), yo y L (el chofer) en el auto y le faltaban dos llantas o estaban desinfladas.”

Ella teme cómo será su bebé, cómo estará, qué le faltará, teme transmitirle sus dificultades. “Un auto sin llantas no camina”, un bebé sin padres no se crea siquiera. Ella y su esposo están presentes, su suegra y el chofer; el médico y la terapeuta, los pechos no han de estar ausentes para que ese bebé se alimente.

El puerperio de la paciente embarazada transita usualmente durante la interrupción de las sesiones.

“Mi hermana venía de viaje, toda ingenua, sufrida, nahif. Yo le preguntaba por su hijito. Lo habían dejado allá con E, la empleada de allá. Eso es opuesto a como ella es en realidad. Éramos más chiquillas y yo no estaba encinta. Ahora ambas lo estamos.
No me provoca nada de relaciones sexuales. Tengo dolor, como si me perforara adentro, mucha incomodidad. Estoy enorme, gorda, sólo puedo estar de costado. Mi barriga nos separa. Me da nervios que le pase algo al bebé. Solo tenemos cariño y sexo oral.”

Propone bajar la frecuencia de las sesiones, como si 3 sesiones fuera ir más profundo y dañar al bebé, proyectando en éste una escena primaria dañina, lacerante. La tarea que siempre tenemos con N es distinguir una sexualidad violenta e intrusiva de una integrada con el afecto y el cuidado. La alusión a la barriga que “nos” separa se refiere tanto a la relación con el esposo –próximo padre- como a la relación transferencial.

Una tercera paciente, en un segundo embarazo muestra sus dificultades de vínculo, sus aspectos narcisísticos y la confrontación con la indefensión vivida como desamparo mientras las sesiones se interrumpen. Ella relata:

“Soñé que tuve un bebé bien feo, hombre, feísimo, con manchitas en la cara, yo sufría porque no lo veía. Estaban dos bebes juntos, C (hijo mayor) y éste. Me desesperaba porque no lo podía ver. Quería verlo más porque así lo vería más bonito. Me desesperaba por verlo más y sólo lo veía una vez por semana. Lo veía solito, tiradito en un moisés. Yo corría como si estuviera muerto. Como que me olvidaba que tenía el bebe, me acordaba y corría a verlo. No sabía quién lo tenía ni quién lo atendía.”

Se percibe una condensación entre la separación, el abandono, el desamparo, la muerte, es decir, diversas formas de distanciamiento respecto al bebé y la terapeuta.

Agregaremos, finalmente, que la paciente dio a luz, a término, a una bebé saludable, inició la lactancia y cuidado del bebé, aunque con una niñera, contratada por la suegra, a cargo de la situación, de alguna manera, de ambas.
Resumiendo, podríamos decir que, los sueños en embarazadas constituyen una especial vía regia al inconsciente y reportan vivencias de varias fuentes:
- las que corresponden a ansiedades, ambivalencias y fantasías ligadas a los cambios del embarazo en sí,
- conflictos y carencias reactivados, ligados a la pubertad, adolescencia, relación con la madre en dinámicas pre-edípicas y edípicas,
- temores respecto a diversas formas de transmisión de la propia patología personal y familiar,
- temores respecto al parto y a la común subsistencia separadamente,
- temores respecto al ejercicio de la maternidad y el cuidado del bebé,
- relación transferencial, a través de la cual elaborar lo anterior, a partir de la díada y de la inclusión del tercero. La envidia, por ejemplo, requiere evolucionar hacia un rol reparativo y confiable. Envidia no sólo respecto a la propia figura materna, sino también respecto al bebé que antes de nacer ya es atendido cuidado a través de la terapia de su madre.

Estos sueños no sólo permiten una mayor comprensión y elaboración, sino que afianzan la alianza terapéutica y permiten una mayor contención y protección de actuaciones de riesgo. Se propone que la preparación previa al parto incluya un trabajo (individual o grupal) de interpretación de los sueños.


BILBIOGRAFÍA

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Chasseguet-Smirgel J., La sexualidad femenina Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1999
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Luria Ablon, S., La utilidad de los sueños durante el embarazo en Int. Journal of Psycho-Analys (1994) 75,291
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Winnicott D. W. Realidad y juego Ed. Gedisa, Barcelona, 1979
Everest Diccionarios, Diccionario Cumbre, Ed. Everest, España 2001

Presentado en el CONGRESO DEL CPPL 2007: “VIAS REGIAS AL INCONSCIENTE”

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