lunes, 18 de diciembre de 2000

Requisitos para un encuentro "suficientemente terapéutico"

Presentación en conversatorio en ANAR
18 diciembre 2000


En primer lugar, quisiera agradecerles la invitación a participar en este Conversatorio, no sólo por el interés que despierta en mí el tema de la Psicoterapia Breve en general, sino porque considero que el trabajo que Uds. realizan tiene una significación particular dada la innovación técnica que implementan, más aún atendiendo a niños y adolescentes, que constituye otra de las áreas de particular interés para mí.

Reiteradamente, encontramos cómo diversos autores en el tema de Psicoterapia Breve se refieren tanto a la necesidad de implementar recursos técnicos que demuestren alguna eficacia como a la utilidad de formular elaboraciones respecto a estas experiencias, compartiéndolas con otros colegas e instituciones abocadas también a atender a sectores de la comunidad, más allá del consultorio privado. De manera que intercambios, como este Conversatorio, ofrecen diversos beneficios para sus participantes.

En otras oportunidades, nos hemos referido a una suerte de inhibición que sufren terapeutas e incluso instituciones con respecto a trabajar procesos terapéuticos breves y focales de orientación psicoanalítica, como si esta práctica pudiera despertar ansiedades e incertidumbres respecto a un quehacer no convencional, más bien innovador y en alguna medida “trasgresor” e “irreverente” en el buen sentido, lo cual resulta indispensable para permitirnos ser creativos.

¿Y de qué otra manera puede ser nuestra praxis si ésta está altamente sensibilizada y comprometida hacia la comunidad que por diversos factores no puede acceder a la consulta particular? En este contexto, permanecer paralizados o indiferentes ante nuestra realidad y sus peculiaridades resulta siendo cada vez inviable, por decir lo menos. En realidad, nuestro compromiso con quien sufre psíquicamente ya no nos puede mantener en una posición de mera pasividad, sino que cada vez nos sentimos más convocados a salirle al encuentro al otro, que requiere de una (o nuestra) escucha y una (o nuestra) palabra, efectiva y afectivamente comprometidas.

“Nuestra escucha y nuestra palabra de un modo particular”, entiendo que es lo que ANAR brinda a niños y jóvenes confundidos y aquejados que llaman en busca de ... atención, “desahogo”, aclaración, consejo ..., todo ello con afecto desde el adulto al otro lado de la línea. Podríamos preguntarnos si esta labor que Uds. llevan a cabo consiste en un proceso (especialmente para quienes llaman reiteradamente) o en una intervención terapéutica de carácter puntual, o tal vez buscar este deslinde podría resultar hasta ocioso.

Lo central es que (o es cuando) se produce una situación en la que una persona, en este caso, niño o adolescente, busca a otra, a partir de una dificultad específica sobre la cual espera ser asistido y rescatado. El reto de quienes “contestan” esta “llamada” o demanda es adaptar los recursos y posibilidades como terapeutas para poder conectarlos con los del niño o joven.

Quisiera transmitirles algunos criterios o requisitos con los que, desde nuestro punto de vista, debiera contar una intervención “suficientemente psicoterapéutica”.

En términos generales:

- la institución y el terapeuta han de sentirse dispuestos a implementar alternativas creativas, más allá de las convencionales y tradicionalmente aprendidas, para poder encontrar herramientas terapéuticas;

- el terapeuta trabaja u “opera” a partir de sí mismo como principal instrumento terapéutico, en donde su actitud y el vínculo que establece con el paciente es tanto o más importante que la interpretación misma; muchos diseños terapéuticos funcionan y se considera que la variable “terapeuta” es fundamental;

- la Psicoterapia Breve puede ser tan breve como un solo e incluso “fugaz” encuentro terapéutico siempre que en él se dé algún pequeño y a la vez gran cambio en el paciente, al contrastarse sus experiencias previas con la vivencia presente;

- el terapeuta requiere confiar que es posible, en alguna medida, entender al paciente y ofrecerle parte de este entendimiento (a esto lo llamamos el “Insight primordial” en el terapeuta);

- el terapeuta de orientación psicoanalítica requiere ser consciente de cuánto y cómo su identidad se pone en juego cuando ejerce Psicoterapia Breve, más aún cuando propone modelos originales;

- el terapeuta requiere elaborar ciertos dogmas y prejuicios que puede “arrastrar” desde su formación académica y que lo pueden llevar a desvalorizar tanto el tratamiento psicoanalítico clásico como la psicoterapia breve y focal;

- nos ubicamos en el principio que señala que: más que seleccionar pacientes, requerimos seleccionar objetivos;

- la motivación del paciente, más allá de su patología, es fundamental para los logros; lo que implica que hay que trabajar este aspecto desde el inicio y a partir de la llamada misma de quien consulta;

- cuanto más breve y focal es el proceso más cuidado se requiere en seleccionar (o focalizar) aquello que se va a trabajar con el paciente, aquello que se le va a decir, siendo en general pertinente la expresión de “cuanto más apurado, más despacio”, es decir, no señalar más de lo que la persona pueda recibir y asimilar en ese momento (a veces, el terapeuta puede sentir la ansiedad de la demanda, confundiendo una actitud activa con un exceso de intervención e incluso de interpretación);

- además del análisis o psicoterapia personal, imprescindible para todo terapeuta, se requiere una sostenida capacitación y supervisión, dada la intensa movilización que supone, a su vez, el trabajo breve y focal.

En términos específicos:

- Cuando el niño o adolescente nos solicita, tiene sus recursos habituales mermados y requiere que le proporcionemos momentáneamente nuestros recursos yoicos para re-organizarse; sin embargo, por otro lado, también podemos considerar que su malestar o situación crítica a su vez se está convirtiendo (o está funcionando) a la manera de un recurso, pues el malestar lo lleva a llamar y pedir ayuda, dándose así la oportunidad de, a través del diálogo con otro (el terapeuta), recuperar su pensar, que es como dialogar internamente con un “otro” (el “objeto bueno” internalizado).

- El encuentro psicoterapéutico es el re-encuentro con el objeto bueno internalizado que, en alguna medida, siempre habita en cada uno. este re-encuentro es reparador de aspectos dañados de uno mismo y del entorno. Este proceso, si así lo llamamos, sucede en un tiempo peculiar, que puede ser muy breve en lo concreto pero que, por sus efectos, se conecta con vivencias positivas anteriores (“holding” en términos winnicottianos) y posibilita rescatar actitudes de esperanza hacia el futuro inmediato y mediato.

- El encuentro psicoterapéutico parte de una profunda y auténtica receptividad, en una escucha fundamentalmente empática en la que, por un momento, nos colocamos en el lugar de quien nos consulta. Esta escucha inicial es muy valiosa y terapéutica, y no siempre la apreciamos como el “paciente” sí la valora, pues en la vida cotidiana no se cuenta con la atención y escucha asimétrica que el contexto terapéutico ofrece.

- Seguidamente, nuestra intervención ha de integrar aspectos afectivos e ideacionales surgidos a partir de la resonancia que en nosotros se produce por la situación planteada. En lo que nos surge, interviene lo interno y personal (de ahí el hincapié a la necesidad del análisis o terapia personal) y lo aprendido de diversas fuentes más o menos vivenciales y cognitivas (dentro de éstas podemos ubicar, por ejemplo, nuestros conocimientos sobre desarrollo y psicopatología).

- Dentro de éstas, requerimos tener presente que quien llama probablemente se siente solo, acompañado de angustia y/o depresión colocadas en sí mismo o en otro u otros. El temor y la rabia generalmente están también presentes; sin embargo, una esperanza, expectativa o motivación se mantiene o incluso surge a partir del momento crítico y es depositada en quien está colocado a “responder” la llamada.

- La respuesta ha de partir por “sintonizar con el afecto” desde la escucha empática a la que nos hemos referido. La queja y expectativa de solución puesta en el terapeuta corre paralela a la puesta en marcha en éste de su “aparato de pensar (función de “revêrie” en términos bionianos) que, en alguna medida, siempre ha de ser posible, de modo que nos permita rescatarnos y desidentificarnos (a diferencia de la empatía inicial) con el paciente. En ocasiones, comentar que pareciera que la situación es tan desesperada como si no hubiera nada que hacer, es ya una “intervención terapéutica” que rescata, primero al terapeuta y desde ahí a quien consulta.

- Tal vez lo más importante es que el terapeuta, a pesar de las depositaciones y proyecciones de las que es objeto, no pierda “prolongadamente” su capacidad de pensar (y asociar) y confíe en sus recursos y en los del paciente, interactuando ambos creativamente. La respuesta que surja en estas condiciones, conectando el momento presente con algún otro que el paciente relacione (o asocie) de su vida, puede producir la sensación de un “¡ajá!”, a la manera de un Insight, como algo nuevo que se comprende o aprehende, cuyo efecto debe ser el negativo del trauma (desconcertante, devastador, desorganizador y agresivo). La “respuesta” o mejor aún la(s) palabra(s) del terapeuta ha de ser reconfortante, apaciguadora y lúcida, en tal sentido diferente de lo que el consultante está viviendo y padeciendo.
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